Margot Castañeda (@marchcastaneda)
editorial@queremoscomer.com
A Harry’s lo definen sus excentricidades. Es un steakhouse hecho a la antigüita, con la intención de hacer formal la idea de comer comida informal. Sin embargo, quiere ser más —y lo es—, quiere ir más allá —y lo logra.
Harry’s es el lugar al que uno va cuando quiere comer bien sin importar el costo. Es el único restaurante en la Ciudad de México que tiene en su cocina cámaras de añejamiento para preparar los cortes añejados famosos por su extrema suavidad, sus jugos sueltos y su hiperdefinido sabor carnívoro. El New York de 360 gramos y el Rib Eye de 400 son los dos cortes añejados, de 21 a 28 días (según la decisión del chef),disponibles en la carta. La temperatura controlada de 2 a 4 grados Celsius y la humedad controlada a 85% permiten que se creen cambios enzimáticos mágicos que intensifican el sabor, el color y la suavidad de la carne, sin dejar que las bacterias crezcan.
A pesar de que estos son los imperdibles, hay otros cortes de carne que hacen honor a su calidad certificada USDA Prime, la máxima otorgada y de la que solo goza el 1% de la producción de carne en todo el mundo. Si el hambre es poca, hay que pedir el Petit Cut New York, si es mucha, el Cowgirl Rib Eye con hueso, pero eso sí: jamás arrachera, porque sería como desperdiciar una oportunidad dorada.
Toda la carne se cocina en sus especiales hornos que alcanzan los 1 000 grados Celsius. Éste sella la carne para evitar pérdida de jugos —nota aclaratoria: no es sangre, es jugo— y permite la cocción perfecta de los tejidos. Sobra decir que ningún corte debería ser comido más cocido que a término medio, pero la carta lo menciona y aclara que no se hacen responsables por el sabor de la carne que el cliente pida sobrecocida.
La identidad de steakhouse no es suficiente paraHarry’s, también quiere ofrecer una raw bar memorable. Los camarones son U6 —enormes—, hay cangrejo gigante de Alaska (de 350 gramos),cola de langosta caribeña o australiana, langosta de Maine vendida por libra, ostiones Kumamoto, almejas chocolata, etc. Todo se sirve con salsa especial de la casa, mayonesa de jengibre y berros y salsa tártara de habanero. También hay sashimis, tiraditos y carpaccios (callo gigante, hamachi, atún, red snapper, etc.); filetes de distintos pescados; kobe (New York, Mishima y Grado 9) y otras especialidades del chef que, por supuesto, destacan por su excentricidad (pozole de langosta, Branzino con pesto de trufa, canelones con Alaska King Crab).
Los precios también son excéntricos, pero las porciones más. Los sides (clásicos: espinacas a la crema, espárragos a la parrilla),las ensaladas, pastas y la mayoría de los platillos se sirven en porciones que sin problema alcanzan para dos, o tres de los de boca chiquita.
Los postres, por el contrario, son breves, diseñados para esos que decimos "solo quiero un par de cucharaditas de tu pay de queso". Aunque hay otra carta con postres de porciones 'normales' que nos recuerda que lo hipercalórico es más sabroso. ¿Galletas oreo tempura con helado de vainilla; helado de cacahuate sobre base de Snickers y galleta oreo cubierto con mousse de chocolate blanco? Sí. Aquí no existe la timidez ni la prudencia.
El servicio es tan atento que peligra de ser abrumador. Parece que hubiera un mesero —que casi es mayordomo— por cada mesa, así que nunca habrá una necesidad no cubierta o cubierta demasiado tarde. Los meseros están bien entrenados, se comportan como si atendieran su casa y no su restaurante y pueden hacer sugerencias de menú y maridajes muy atinadas.
Para terminar (saltándonos la carta de vinos y cervezas, porque aquí estamos hablando de lo excéntrico) los cuchillos personalizados grabados con el nombre de su dueño son la forma perfecta que Harry’stiene de hacer engagement con sus comensales. Y como pilón, el enorme algodón de azúcar que se envía a las mesas junto con la cuenta —cortesía de la casa, en agradecimiento a todo lo que pagaste— es la cereza del pastel de extravagancia.
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