Issa Plancarte
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La historia de los Becco inició hace poco más de veinte años, cuando Angelo Pavia fundó Beccofino, un restaurante ubicado en La Marina de Ixtapa Zihuatanejo con el que buscaba incorporar su cultura italiana a los productos recién sacados de las costas mexicanas.
Siguiendo los pasos de su padre, Rolly Pavia incursionó en el mundo restaurantero al migrar el concepto a la Ciudad de México con L’Osteria del Becco, la Cantinetta del Becco, y a Acapulco con Becco. La familia Pavia es originaria de Torino, por lo que una de sus consignas siempre ha sido ofrecer l máxima experiencia italiana en suelo mexicano.
Ahora llegó el turno para el restaurante más joven del grupo, Il Becco enclavado en el recién renovado Four Seasons de la Ciudad de México. El cambio de aires a Reforma le sentó muy bien, no sólo el espacio es más acogedor, sino también se goza de una vista privilegiada a la imponente cocina de estilo francés desde la cual el chef Julián Martínez Bellocrea platillos memorables con los mejores ingredientes italianos.
El espacio es inmejorable, todo el mobiliario proviene de Europa y lo que provoca es un lugar donde las maderas, la luz tenue, los colores amables y texturas que apapachan son el marco ideal para vivir una gran experiencia. Para hacerlo, hay que entrarle por los cuernos y ordenar el menú degustación para ver con qué sueña Julián Martínez. Lo suyo es jugar con las texturas, mezclar sabores y crear sorpresas. Los ostiones con crema de salicornia, gelée de aceite y aire de limón son su carta de presentación, como para agarrarse del asiento y saber que él va con todo. El pulpo rostizado con puré de hinojo y salsas de pimientos es brillante, con una cocción perfecta y sabores armonizados. Después una sorpresa que casi me hace levantarme corriendo a abrazarlo, el ravioli de robiola con almendras y nuez moscada que entra directo a mi lista de comfort food, dan ganas de llevarse un platote para sentarse a ver Los Sopran, junto con el famoso risotto de alcachofa y pistache que merece toda su fama, es hermoso.
Como es costumbre en los restaurantes Becco, tiene una bien nutrida cava de vino italiano perfecta para maridar cualquiera de sus platos. Cuentan también con una tienda en la que el comensal puede comprar un vino que le haya gustado para llevárselo en una coqueta caja, incluso formar parte de su club de vino para asistir a sus eventos.
La parte dulce no decepciona, cuenta entre sus filas al chef Mauricio Zubirats, quien trabajó en NOMA y Azurmendi, dos de los mejores restaurantes del mundo. Su pastel de chocolate con crema de avellana y amaretto es toda una sorpresa, no sólo visualmente sino también en sabor. Por si fuera poco, su espuma de tiramisú es tan bella que bien vale ese último rinconcito de una panza feliz.
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