Issa Plancarte @issaplancarte (Mecenas Colectivo, mecenasc@gmail.com)
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No es poca cosa que uno de los restaurantes más emblemáticos de la ciudad cumple cuatro décadas de servicio impecable, premiado en numerosas ocasiones. El galardón más reciente que recibió Les Moustachesfue el Five Star Diamond Award 15º ocasión, por parte de The American Academy of HospitalitySciences: un reconocimiento a su excelente comida, servicio, calidad, actitud y hospitalidad.
Una visita a este tradicional templo francés en la Ciudad de México implica una aventura en el tiempo, un traslado a la época dorada del porfiriato en la que la gastronomía francesa era la carta reinante. Teniendo como marco una bella mansión de principios del siglo XX, el viaje al México de los sabores europeos inicia apenas al cruzar la puerta y ser recibidos por la música del piano y un colorido vitral que adorna el lugar.
La ceremonia de introducción a los placeres galos inicia con los clásicos caracoles a la provenzal; un platillo perfecto y ejemplo de la comida que brinda confort al primer bocado. Se acompaña el primer tiempo con ostiones roquefeller. Algunos de los sabores que el chef Rafael Bautista ha preparado para el comensal desde hace 40 años. Otros imperdibles son el famoso foie gras o la clásica sopa de cebolla, que resultan especialmente confortable.
Para continuar con la pieza central del menú, es excitante elegir alguna de las más de 250 etiquetas que forman parte de la cava que el sommelier ha perfeccionado con los años. Así, con una copa de Vino en mano, la degustación de un filete Wellington perfecto es una experiencia estupenda que debe realizarse por lo menos una vez en la vida. Para hacer honor a Francia, elegimos un platillo de su menú conmemorativo: Rack de Cordero.
Después de un Sherbet para limpiar el paladar, una tarde tan exquisita merece un final por todo lo alto. Las opciones son múltiples y todas son una promesa de delicia garantizada, ¿qué elegir entre la crème brûlée, la tarte tatin, el mousse de chocolate o la crêpe Suzette? Nos inclinamos por una de las estrellas de la casa, el esponjosito soufflé de Grand Marnier que, acompañado por un té negro, nos hizo suspirar por los momentos en que nos consentimos con el más puro y francés placer del buen comer. Larga vida a Les Moustaches.
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