Issa Plancarte (@issaplancarte)
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Hace diez años Santa Fe era otra cosa, ya tenía algo de vida pero la oferta gastronómica no era para nada tan variada como lo que existe hoy. Aunque ya estaban los restaurantes del centro comercial, la verdad que sus habitantes solían desplazarse a otros lugares de la ciudad en búsqueda de un buen teppanyaki.
Parece mentira que después de estar en medio de una de las zonas de mayor crecimiento, el Shu sigue siendo un restaurante que siempre está lleno y en el que comes bien. No es difícil averiguar porqué cuando Grupo Suntory está detrás, asegurando no sólo la calidad de los alimentos sino del servicio.
Fui a comer ahí un lunes y el lugar estaba a reventar como si fuera domingo. Tres mesas celebraban cumpleaños, en otras cuatro los comensales eran japoneses que disfrutaban sake y en otras más, la población de oficinistas con el uniforme de rigor que Santa Fe exige reían mientras comentaban temas de la chamba.
El servicio sí es impecable, no bien te has acabado de sentar cuando ya un par de meseros buscan atenderte y poner tu saco/suéter en un perchero debajo de una tela para que de esta manera no se impregne de los olores de la plancha. Comienzo con un sashimi de robalo para abrir el apetito de una forma ligera. No bien he bajado los palillos cuando me termino el último bocado y el mesero ya pone sobre la mesa un hifukidori de pollo –pollo frito en aceite de chile de árbol.
Llega el momento del platillo estelar: el teppanyaki. En este caso, pido uno de sus tradicionales y de los más vendidos, el de rib eye. Me cuenta el chef a cargo de la plancha que lleva ya quince años trabajando en Grupo Suntory, la última década en Shu desde que abrió. Mientras va preparando los vegetales, me cuenta que ha tenido la fortuna de servirle alimentos a varios de los personajes más variopintos de la sociedad mexicana, desde ex–presidentes, artistas o periodistas, de todo un poco. Voy comiendo los hongos, brócoli, camarones y otros vegetales de forma pausada mientras observo todos los movimientos que el chef va realizando. No sé, desde niña el espectáculo de preparación de un teppanyaki siempre me hipnotiza, es algo muy japonés. Todo lleva un orden estricto y su ejecución debe ser limpia e impecable. Es algo así como el paraíso de los que tienen TOC, no hay cosa más bonita que ver cómo se cocina de manera tan perfecta. El teppayaki de rib eye es realmente bueno, me confía el chef que hay quienes incluso le piden guardarles un poco de carne para comérsela en taquito de lo bien sazonada que está. El chef se ríe y me dice que otro secreto es pedir que preparen las cabezas de los camarones para chuparlas después, “Son deliciosas” asegura.
Como me falta estómago, no pude acabarme la enorme porción de teppanyaki. Bueno por eso y también para guardarle tantito espacio al postrecito, una tapioca con helado de vainilla. En un restaurante japonés nunca hay que cerrar una comilona sin una tacita de té verde, ayuda a digerir mejor los alimentos. Siempre se agradece una buena comida y un inmejorable servicio en el lugar que ya es un icono del Poniente.
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