Issa Plancarte
editorial@queremoscomer.com
El vino mexicano goza de una popularidad y aceptación que tomó muchos años de trabajo, de picar piedra en un mundo donde se privilegiaba el consumo de otros países antes que el propio.
Era un mundo también tradicionalmente dominado por hombres, pero hoy la historia comienza también a cambiar con mujeres que poco a poco se han ido ganando su lugar en la industria. Te presentamos cinco historias de mujeres que han hecho del mundo del vino en México algo totalmente distinto, desde Parras hasta Ensenada.
Laura Zamora, Bodega Santo Tomás
¿Cómo empezaste en el vino?
Llegué por casualidad, yo estudié ‘Técnico Laboratorista’ y tuve un maestro que era el gerente de Producción de Santo Tomás y que me invitó a hacer ahí mis prácticas profesionales. Empecé desde abajo en el laboratorio y fue pasando por distintos puestos conforme fueron pasando los años hasta ser Gerente de Producción. Nunca he dejado de capacitarme, de hecho acabé hace dos años la Licenciatura en Gastronomía para poder entender el idioma.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Lo que más me gusta de hacer vino es convivir con la gente en el campo y que no es un trabajo rutinario, aunque hay que seguir una metodología, cada año la uva es diferente y eso te hace sentir que nunca terminas de aprender ni que lo sabes todo.
¿Por qué crees que no hay tantas mujeres haciendo vino?
Es un trabajo muy celoso y tienes que tener un compañero muy comprensivo y despegarte un poco de la familia porque no puedes estar cuidándolos a los dos. Yo digo que mis vinos también son mis hijos.
¿Cuál es tu vino consentido?
Híjole eso una mamá no lo puede contestar (ríe). Mi vino consentido es Único, ha habido muchos factores que han influido para que lo sean, además de que tiene la uva barbera que es mi favorita tiene una historia detrás, era el favorito de mi hermana quién falleció, entonces cada vez que lo hago siento como si le estuviera haciendo una corona de flores.
María Rivero, Bodega Rivero González
¿Cómo empezaste en el vino?
Soy la única mujer y la más chica de cuatro hermanos, mi papá vivió en Parras de chiquito y se enamoró perdidamente de él, tanto que volvió después para hacer un rancho nogalero y como hobbie, plantó un viñedo. Cuando hizo su primer vino hasta hubo sangre en mi casa porque se cortó con la prensa.
Yo también le tengo mucho amor a Parras y por eso empezó mi amor por la tierra y como necesitaba libertad de acción, le pedí a mi papá que me dejara encargarme del vino. Yo creo que mi papá me vio tan inspirada que me dijo “va” como para quitarme de encima y me pidió un plan de negocios “que tuviera pies y cabeza”, a los ocho meses ya había vendido todo el vino.
¿Cuál fue tu principal reto al enfrentarte a hacer vino?
Estaba tan chavita cuando empecé que creo que muchas cosas me pasaron de noche porque estaba bien tonta, como que nadie me tomaba en serio ni yo misma. Los típicos retos además del malinchismo en el vino, es que es un mundo muy elitista, donde sólo los que se conocen se llevan y es complicadito dejar entrar a alguien y además eran todos señores y yo una morra de veintidós años.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
La libertad creativa de poder meter proyectos dentro del proyecto grande, ahora tenemos un restaurante en Monterrey que se llama Comuna. Al ser una bodega chica familiar y no tan institucional nos lo permite. También saber que damos trabajo a 100 familias en Parras, en ejidos donde no hay nada, son las personas más entregadas y chambeadoras que vas a conocer en tu vida.
¿Cuál es tu vino consentido?
Invariablemente le tengo un amor especial al Rivero González tinto, porque fue el primero y porque lo hicimos con las condiciones como queríamos que fuera un vino, desde plantar la uva. Fue el que empezó todo y sin él yo no estaría donde estoy.
Verónica Santiago Corona, Viñedos Mina Penélope
¿Cómo nació la idea de crear Viñedos Mina Penelope, dónde se encuentra ubicado y cuándo abrieron el viñedo?
Siendo originaria de Ensenada, Baja California, mi familia y yo siempre tuvimos el sueño de contar con una propiedad en el Valle de Guadalupe para plantar vid, árboles frutales y tener una granja. Desde que estudiaba la carrera me empezó a interesar mucho el proceso del vino y veía el potencial de esta región vitivinícola y la necesidad de profesionales en el ramo para llevarla a otro nivel. Nos encontramos ubicados específicamente en el poblado de San Antonio de las Minas (Valle de Guadalupe). Empezamos a trabajar en el proyecto desde el 2008, junto con mi familia y esposo Nathan Malagón.
¿Por qué adentrarte en el mundo de los vinos?
Desde pequeña visitábamos en familia la ruta de vino. Es un lugar bello, natural y lleno de paz. Estudié la carrera de Ingeniería en Industrias Alimentarias (IIA2005) en donde se reforzó mi interés por el proceso y la química del vino. Gracias a la carrera aprendí todos los conocimientos necesarios para ingresar posteriormente, a una maestría en Enología en la Universidad de Adelaida, en Australia. Sin duda la combinación entre mi carrera, la maestría y mis experiencias laborales me dieron bases firmes para empezar y emprender este negocio (que lo vemos mas como forma de vida).
Para mi el proceso del vino me llena en muchos sentidos. Me permite aplicar ciencia en todo momento, el contacto con la naturaleza, explotar mi parte artística y el poder compartir con nuestros visitantes nuestros vinos y conocimientos.
¿Qué tipo de vinos manejan, sabores y nombres?
Hasta el momento contamos con dos etiquetas de vino:
-Julio 14, el cual es un ensamblaje de las variedades Syrah, Grenache y Mourvedre. Se llama así ya que mi esposo y yo cumplimos años el mismo dia y aparte coincide con la fecha de la revolución francesa.
-Joyas, es una mezcla de Cabernet Sauvignon, Merlot y Malbec. Este vino es un homenaje a mi madre, por ser parte tan importante en el proyecto y en mi vida.
¿Qué toque le pones como mujer a este viñedo?
En los vinos creo que logramos mucha expresión frutal, mucho equilibrio y delicadeza. En los viñedos mi idea incansable de lograr una propiedad con un impacto ecológico positivo por el bien del equilibrio del ecosistema y para la prosperidad del Valle por muchas generaciones.
Tru Miller, Adobe Guadalupe
Quien pensaría que la joven Geertuida van Huften de la localidad Holandesa de Overijssel, cercana a Alemania, terminaría haciendo vino en México. “Yo era una chica rebelde, entre a estudiar a la Universidad de Groningen y no me fue muy bien. Después me fui a la Universidad Complutense de Madrid , España.” Su vida tuvo un gran cambio cuando le llego la invitación de ser azafata en y llegar a Estados Unidos con la línea Pan American. Estuvo trabajando entre 1967 y 1970.
Conoció a Don Miller a mediados de los años ochenta. Él era el presidente de un banco en Orange County, California, llamado Marine National Bank. “Nos conocimos en un evento social y decidimos casarnos en 1986. Los dos veníamos de un primer matrimonio en el que traía a su hijo David, y yo a mis hijos Ana y Arlo. Don tenía el sueño de que tras jubilarse quería tener un viñedo. Mi hijo Arlo quería iniciar la bodega con mi esposo, pero lamentablemente murió en un accidente de tránsito”.
En este tiempo se apago un poco el proyecto del Sr. Miller, pero a través de los años buscan una señal para seguir adelante con este sueño. A su hijo Arlo le fascinaba México, al igual la Virgen de Guadalupe, cual cargaba en su coche. “Fuimos un fin de semana a Ensenada para hacer labor social en un orfanato. Durante esta visita nos dieron un Nebbiolo de L.A. Cetto, que nos gusto.” Queríamos conocer la zona vinícola que casualmente se llamaba Valle de Guadalupe, como la Virgen. Esto me hacia pensar en mi hijo y me ponía muy feliz.”
Aunque el Sr. Miller pensaba realizar su sueño en la area de Napa o Sonoma California, miraban que esto era una señal para ambos, ya que el terreno que se les mostro era perfecto. Conocieron al actual enólogo de Monte Xanic, Hans Backhoff, quien les recomendó a Hugo D’Acosta para asesorarlos. D’Acosta se convirtió en el primer enólogo de la casa. Casa que decidió Tru llevara el nombre de “Guadalupe” por la conexión de su hijo, y “Adobe” que es una palabra que en varios idiomas significa “hogar”.
Nathalia Badan, Vinos Mogor Badan
El Mogor, proyecto eminentemente familiar, nace del sueño que tuvo Henri Badan, en 1950, sobre el futuro promisiorio del valle de Guadalupe. Su viñedo y su plantación de algarrobos datan de aquella época; otros proyectos han ido sumándose con el tiempo y las generaciones. Lugar apacible, en El Mogor se practica la agricultura orgánica, respetando los tiempos de la naturaleza y lastimando lo menos posible el entorno.
Ser parte productiva y sustentable del Valle de Guadalupe, como región rural y agroidustrial reforzando el espíritu crítico y emprendedor que nos permita evolucionar hacia tareas complementarias, como el turismo rural y enológico.
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