Margot Castañeda (@marchcastaneda)
editorial@queremoscomer.com
En el Centro Histórico de esta caleidoscópica ciudad se come muy bien. La armonía en la que conviven estilos, matices, tonalidades, gustos y disgustos culinarios es extraordinaria. El centro, como gran recipiente del pasado, el presente, el misterio y la sorpresa, guarda en sus calles siglos de historia gastronómica que no ha dejado —ni dejará— de crearse a cada día que transcurre.
Hay brunchs glamurosos servidos en la terraza de un hermoso edificio del siglo XVII con vistas envidiables de la ciudad y hay bocaditos que se comen a pie de banqueta, con las manos y sin servilletas. Ambas opciones son disfrutables. Esta vez, como un primer intento de descubrimiento del Centro Histórico, visitamos algunos restaurantes emblemáticos. Quizás después vayamos a pie a comer en las calles.
Primera parada: almuerzo en la Terraza del Gran Hotel de la Ciudad de México
Comencemos con una visión amplia del Centro Histórico. Desde la terraza del Gran Hotel de la Ciudad de México se goza de una vista entretenida. El zócalo, el Palacio Nacional y la Catedral ocupan el mayor campo visual y al fondo, se ven edificios antiguos, construcciones modernas, recintos del gobierno, casas descuidadas y algunas azoteas con jardines nada desdeñables.
El restaurante sirve el brunch de 9am a 1pm los fines de semana —los desayunos están listos desde las siete, aunque asisten más los huéspedes del hotel que los visitantes locales. Es un bufet mexicano bastante completo y bien sazonado. Barra caliente, barra fría, plancha lista para quesadillas, sopes y huevos al gusto, parrilla para cortes de carne, jugos naturales, frutas frescas y barra de postres mexicanos es lo que hay. Por supuesto el café de olla, el americano y el chocolate caliente con pan recién horneado están dispuestos en todo momento. No hay mucho que decir, pues la comida es rica y el servicio es muy amable y anticipado.
Si el clima es benévolo, será un brunch delicioso al aire libre, sino, el salón interior acoge a los comensales en sus cómodas sillas del siglo pasado, mientras el piano en vivo —o a veces marimba, trío o lo que se ofrezca— musicaliza la atmósfera.
Al entrar y salir hay que detenerse sin prisa en el elevador y en el vitral Tiffany de 1908 que ocupa el techo del suntuoso edificio Art Nouveau, que alberga a más de 150 lámparas, incluido un candil estilo Luis XV.
Para comer o cenar, el restaurante ofrece menús ejecutivos para quien busque calidad-precio y menús degustación para quien prefiera algo más lujoso.
Segunda parada: comida en Azul Histórico
Aún le faltan algunos años a Azul Histórico para que se convierta en un restaurante de tradición en el Centro, pero sin duda lo hará.
Primero: es un lugar muy bonito, en el patio del hotel Down Town que tiene por techo las entreveradas ramas de un gran árbol. Entre éstas y las luces que las adornan, se logra una sensación sumamente acogedora. Segundo: la propuesta de cocina está admirablemente cuidada. La carta fija está totalmente enfocada a la gastronomía típica del sureste del país, así que nunca faltarán tamalitos de frijol, moles, pescados con achiote, enchiladas, sopas de verduras con chochoyotes ni mezcales oaxaqueños, servidos como se debe en cuencos de guaje. Tercero: hay siempre un festival gastronómico vigente. El chef Ricardo Muñoz Zurita utiliza sus dotes de investigación para crear un menú nuevo cada mes, luciendo lo más sabroso de distintas cocinas regionales de México. A veces hay cocineros invitados, a veces solo platillos ricos. Cuarto: el servicio es amabilísimo y rápido. Quinto: hay un carrito de chocolates, a escoger sabores especiados y naturales para un pocillo de chocolate con leche bien espesado en molinillo. Sexto: las artesanías mexicanas adornan por completo el lugar, todas están a la venta, asegurando que el dinero va 100% íntegro a los artesanos. Séptimo: las tortillas están hechas al momento en el comal. Octavo: ¡suficientes razones para ir! Solo hay que reservar con antelación porque las mesas no son muchas pero sí muy concurridas.
Saliendo de comer, hay que visitar las tiendas en el primer piso del edificio. Hay ropa, bolsas, accesorios, chocolates, mezcales, artículos de cocina, revistas y demás artículos hechos en México.
Tercera parada: café de media tarde en El Mayor
El Mayor no es una cafetería, es un restaurante que sirve desayunos, comidas y cenas mexicanas con un sutil toque contemporáneo; pero como está ubicado en la terraza de la Librería Porrúa, sobre República de Argentina, inspira para habitarlo como refugio anti-ciudad, con un libro en una mano y un espresso en otra. El café es muy bueno y el lugar tranquilo, fresco y luminoso, con vista abierta a algunas azoteas vecinas y cúpulas de iglesias —la Catedral como principal—.
Si durante la estancia el hambre hace aparición, los taquitos de pato, las quesadillas de frijol con chicharrón o el quesillo empanizadocon salsa verde caliente hacen bien su función como botanitas.
Cuarta parada: noche de música en la Terraza del Centro Cultural España
Como el nombre nos deja adivinar, la Terraza del Centro Cultural España ofrece comida española, buena y al alcance de muchos bolsillos. Las tapas variadas son la mejor y más popular elección, aunque también hay platos fuertes para quien quiera una cena más cargada.
La comida es compañera de la rica cartelera cultural que anima las veladas. Independiente y alternativa, la Terraza es una de las más vanguardistas propuestas culturales de la ciudad. De miércoles a sábado —por lo menos— siempre está agendado algún artista emergente. A veces hay presentaciones de libros o revistas, encuentros literarios, mesas redondas, conferencias, conciertos de jazz o música electrónica con DJs de México, España o cualquier otro lugar del mundo, etc.
La coctelería también está presente y no es nada mala, hay material para seguir la fiesta hasta la madrugada. El Centro Cultural España, además, siempre tendrá exposiciones temporales para visitar antes de subir a la terraza —se acerca el Abierto Mexicano de Diseño y habrá buenas cosas que ver aquí—.
Esta terraza es uno de los lugares más adecuados para pasar una noche en el centro de la ciudad y, como tip extra oficial, la taquería Los Coyuyos está abierta hasta la madrugada, así que no hay nada qué temer.
Última parada: curar la cruda en
La Trainera curará cualquier consecuencia desagradable de una noche de fiesta con un caldo de camarón, unas tostadas de atún fresco con salicornias y un clamato con cerveza.
Este lugar es demasiado sencillo como para hablar mucho de él. Los pescados y los mariscos, que llegan frescos desde el Mar de Cortés, son cocinados con buena sazón y servidos en porciones grandes.
Es una de las marisquerías más queridas en el Centro Histórico y además es mercado, así que hay para llevar buenos ejemplares marinos hasta la cocina de la casa.
Esta mini guía para comilones en el Centro Histórico debe ser enriquecida con calma y conciencia. Quizás más adelante hagamos otro tour, siguiendo tal vez, las recomendaciones de comensales y lectores. ¡Bienvenidos sus comentarios! ¿Qué otro restaurante en el Centro debemos visitar?
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