Mexsi Bocu: colonia Roma.

“Aureolado por aquellos destellos magnificentes, el restaurante no tardó en ser proclamado el sitio imprescindible para ver y ser visto, reforzar amistades y sentirse parte de la élite. Hombres de negocios, políticos, enamorados y vividores se codeaban en una mezcla de apariencia uniforme donde la conducta observada en la mesa, más que la seda y el terciopelo revelaba la clase de cada cual. Asistía todo tipo de público que muchas veces no tenía en común más que la fortuna o la firme intención de procurársela acudiendo al lugar donde se la sentía manar entre burbujas de champaña.” —dice Jacques Paire en “De caracoles y escamoles: un cocinero francés en tiempos de Don Porfirio”, el libro que inspiró a la creación de un restaurante que glorifica la cocina francesa que se cocinó y se sirvió con bombo y platillo en la afrancesada ciudad de México de la época porfiriana: Mexsi Bocu.

Ramón Orraca, el dueño y director del proyecto siguió su instinto y deseo de celebrar la revolución de la cocina mexicana ocasionada por el repentino gusto francés del Porfiriato y creó a Mexsi Bocu en una hermosa y amplia casa en la colonia Roma. El nombre remite de inmediato a México y a Francia, pues es una versión hispanizada de “Mexique Beaucoup” —mucho México—. Y así es como se percibe en cada detalle del lugar: una mezcla muy especial de ambas culturas.

El menú se creó bajo la asesoría de Valerie Avernin y se ejecuta con maestría por el chef Alexis Preschez. Los platos saben a México, pues se inspiran en ingredientes mexicanos y sabores conocidos, pero a la vez lucen el toque francés en sus técnicas de tradición francesa y algunos platos populares de la ciudad de la luz. Un buen ejemplo de esto es su ya clásico fusilli con caracoles y mantequilla bourguignonne al epazote: un plato terso y amable que llena al paladar con su cremosidad e intensidad. 

Pero vamos por partes, pues las opciones para degustar son variadas y cumplen con todo tipo de antojos. Como bienvenida es casi irresistible tomarse uno de sus cocteles ingeniosos, como el Etiquette Nuar: con Whisky etiqueta negra, jugo de toronja, agua quina y chía, es fresco y fácil de aceptar. Aunque, sinceramente, el ambiente del restaurante invita a echarse un clavado en su carta de vinos, que por cierto, se construyó con la asesoría de Sophie Avernin de Grandes Viñedos de Francia. Quizás sea la sensación de intimidad que la decoración le brinda a la atmósfera, pero el vino espumoso o la champaña resultan acompañantes ideales para la ocasión.

Para abrir el apetito, recomendamos las chilapasde pato confit con unas gotitas de salsa verde o los tacos de rabo de buey al vino tinto. Después, hay de dos opciones —según creemos—: la opción ligera, en la que se come una sopa de cebolla con queso Cotija y queso Chihuahua, un sándwich de “rosbif” con cebolla caramelizada y salsa de vino al chipotle y una ensalada para compartir con aderezo de cuatro chiles. Y la opción para grandes apetitos: con los ravioles de cangrejo en caldito de “bisque” de jaiba, el pescado en costra de pan y hoja de aguacatecon salsa virgen al aceite de aguacate y para acompañar, el ratatouille. Cualquier línea degustativa resulta cómoda y agradable en sazón y técnica, además de que existe la ventaja de escoger entre porciones grandes o pequeñas de cada plato. También puedes aventurarte con los especiales de temporada que, como todo el menú, tienen un toque franco-mexicano y un twist contemporáneo.

Entre candelabros con luz tenue, muchos cuadros floreados y algunos detalles vintage, el salón se impone ideal para una comida o cena tranquila, pero formal, mientras que la terraza se reserva para los planes más casuales. La cereza del pastel es la terraza superior, donde la música se deja escuchar con mayor entusiasmo y los fumadores se sienten cómodos en un ambiente estilo cantina, pero chic. Nos fuimos satisfechos, esperando pronto visitar su nueva ubicación en Polanco.