Issa Plancarte
editorial@queremoscomer.com
El primer día de clases cuando comencé a estudiar Hotelería, un maestro nos dijo “A partir de ahora, deben olvidar que existen las Navidades, Años Nuevos o los cumpleaños, si quieres dedicarse a esto en serio esos días estará traba¿ando”. Desde entonces, siempre he sentido una fascinación por aquellos que han dedicado su vida a hacer una carrera en el mundo de la Hotelería, una de las más complicadas y exigentes.
El chef Bernardo López ha tenido una larga trayectoria en cadenas de hoteles y hasta aerolíneas, entre ellas Starwood, Meliá, Stadia Suites, American Airlines y ahora, Grupo Posadas donde está al frente del Fiesta Americana Reforma. Esta es su vida.
¿Cómo comenzó su carrera como cocinero?
Empecé a los dieciséis años, cuando comencé a trabajar en el Mauna Loa con un chef francés muy estricto que nos enseñó a como estar siempre impecables. Una vez atendí a un cliente que me dijo: “Cómo me gustaría que mis cocineros trabajaran como lo hacen aquí”, después él me ofreció trabajo en el Sheraton María Isabel.
En ese entonces yo estudiaba Contabilidad Fiscal, pero por la situación económica y porque me casé muy joven tuve que dejar la universidad. Entré a trabajar como pastelero y durante dos años me estuvieron preparando al trabajar en varias posiciones en diversas ubicaciones en el país para prepararme porque me dijeron que me veían potencial, hasta que llegué a terminar mi preparación en todos los puestos del Sheraton María Isabel.
Me tocó apoyar la apertura de W Chicago, la del W Ciudad de México, ya como sous chef ejecutivo me tocó hacer festivales en el extranjero como Buenos Aires, Santiago de Chile, Perú, Colombia, Canadá, Nueva York, China, Bruselas, Londres e Italia. Lo padre es que a cada festival llevábamos mariachi. Fue muy bonito, eso me llevó a trabajar un año en Buenos Aires, donde me prepararon para ser chef ejecutivo de Sheraton María Isabel.
Después de visitar tantos países, ¿cuál fue el que más le sorprendió?
Mi máximo fue trabajar en Dubai durante dos meses, como había de todas las nacionalidades la comunicación era muy complicada, pero fue muy bonito. Echamos a andar un restaurante con especialidad japonesa. Hicimos un festival de comida mexicana también, y aunque la gente árabe es más bien fría, en cuanto empezó a tocar el mariachi se ponían a bailar. También fui a Abu Dhabi a abrir otro restaurante mexicana, y aunque me daba miedo encontrar ingredientes, siempre me respondían que no había problema porque había mucho dinero. Y sí, porque aunque pidiera yo tomates o verdolagas, llegaban hasta allá en 24 horas, una vez hasta hice chiles en nogada, ¡todo me llegaba!
Afortunadamente la cocina me ha dado mucho, he conocido países que nunca creí conocer. Lo que más me sorprendió fue Arabia Saudita y Egipto porque son un enigma. Me quedé asombrado en Dubai, yo llegué en la época del Ramadán y cuando fui al supermercado probé un poco de queso y me llevé el regaño de mi vida por hacer una falta de respeto. Otra cosa que me asombró es la limpieza, que no hay impuestos, los taxis eran BMW’s, que puedes andar en la madrugada por la calle sin ningún problema porque a los ladrones allá les cortan la mano, es muy seguro. No se puede fumar en la calle, no puedes andar en shorts y una vez también salí en shorts y de nuevo me regañaron por no saber las leyes. Ver edificios tan sofisticados es increíble.
¿Cómo fue que llegó a ser chef ejecutivo de una aerolínea?
Después de haber trabajado veinte años para Starwood, me fui a trabajar a Meliá porque surgió otra oportunidad, donde trabajé un tiempo corto en República Dominicana y Cancún. De ahí me fui a American Airlines donde obtuve su certificación y por eso porto la bandera estadounidense en mi filipina, eso significa que mi gastronomía es limpia y ordenada y acorde a sus exigencias me otorgan la certificación; en ese entonces sólo habíamos seis chefs certificados en México.
¿Qué es lo más difícil de ser un chef ejecutivo de una cadena de hoteles?
Lo más difícil es no ver a tu familia. Cuando tiene uno pasión por esto dices “No importa”, pero van pasando los años y llega un momento que has ganado mucho con tu trabajo pero cuando volteas, no hay nadie con quien compartirlo. Es muy duro, por eso le digo a mi equipo que está bien que se entreguen a su trabajo, pero a ellos les recalco todo el tiempo que estén con su familia, para que no les pase lo mismo que a mi.
¿Qué es lo que más le gusta de ser chef?
Ser tranquilo, humilde y sencillo. No me gusta el ámbito de los chefs, porque en vez de ser cocineros parecen dioses, eso no va conmigo. A mi me gusta luchar por mi gente, hacer equipo, poner metas claras para que la gente vaya progresando. Mi trabajo luce por el apoyo de mi equipo, no me hice solo. Trato de inyectarle a cada uno pasión, cariño, responsabilidad y ellos me dan lo mismo, y eso da frutos. Esa es mi manera de trabajar.
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