Issa Plancarte (@issaplancarte)
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Me gustan los restaurantes con los nombres de los dueños, siento de inmediato una cercanía, como si poniendo el nombre de pila en la fachada, ésta se muestra desde el principio como un personaje al que hay que hablarle de tú. Un lugar de casa dónde el comensal disfrutará de comida más cercana al corazón.
Ese es el caso de Gogó y Lola, dos amigas que se conocen de toda la vida y que después de muchas vueltas, decidieron montar el restaurante que siempre quisieron tener. Su historia es linda, se conocieron hace quince años cuando cada una manejaba un par de restaurantes exitosísimos, pero en lugar de verse una a la otra como competencia, construyeron una amistad que ahora las ha vuelto socias también. Cada vez que se veían, platicaban de aquel proyecto que “algún día pondrían”, se reían de la ocurrencia y pasaban a otro tema.
Hace dos años les pasó la oportunidad enfrente y pese a sus temores de comenzar un emprendimiento, decidieron montarse el toro y abrir su restaurante. “Me gusta que lo hayamos logrado, que hayamos superado miedos y saber que abrimos nuestro último proyecto. Saber que aquello que pensamos y hablábamos es algo real.” –me dice Lola.
Desde el principio tenían muy claro que querían montar un restaurante que se inspirara en lo mediterráneo –Gogó tenía experiencia en la cocina italiana y Lola en la española–, sin ser estrictamente europeo, para ser un poco más ecléctico.
Al frente te recibe una terracita bastante coqueta y amplia, que da paso a un lugar muy lindo, es amplio y acogedor. Tiene un segundo piso con una techo retráctil que proporciona aire puro y luz natural divina.
El toque de Gogó se nota en el pan que se hornea a diario y en su buena selección de pasta fresca. Por ejemplo la spianatta, una pasta muy delgada a la que encima se le ponen distintas cosas, desde flor de calabaza, o mole de pistache, hasta salmón ahumado con guacamole y caviar. Hay también los clásicos spaguettis al pesto, fettucine con salmón, o los canelones rellenos de atún, pero ellas cuentan que el tagliolini vongole con almejas ya es uno de los favoritos de los comensales. Otro platillo obligado son los taquitos de berros, para esas personas que le huyen a las verduras, una vez que los prueben van a querer repetirlos para siempre.
El toque de Lola está en los platillos clásicos españoles como la tortilla de patatas, el pescado en salsa verde, los pintxos mixtos de bonito, las croquetas de serrano o el pescado mediterráneo –al ajillo y con papas al vapor. Además de los clásicos postres como los churros con chocolate o el panqué de almendra que es de verdad memorable, tanto que la gente lo compra para seguirlo comiendo en casa.
Hay algo que las tiene obsesionadas y es un horno de fabricación española llamado Josper con cocción al carbón, que entre sus muchas bondades produce unos cortes de carne espectaculares como el rib eye, pescados jugosos y verduras crocantes repletas de sabor como su alcachofa. La hamburguesa Gogó y Lola también se prepara en ese horno y ellas prometen que comerla es una experiencia alucinante, algo que anoto en mi lista mental de platillos a probar cuando vuelva al lugar.
“Somos dos amigas que nos gusta mucho comer –me dice entre risas Lola–, y queríamos dar los platillos que a nosotras nos gustan. Las dos dedicamos dieciocho años a trabajar en restaurantes y por eso sabíamos que queríamos, un lugar donde todo fuera bueno de sabor y que todo supiera a buena cocina”. Lo lograron sin duda.
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