Restaurante Comensal

Inmerso en la elegancia de Polanco, una cómoda y fresca terraza se presenta ideal para las tardes de primavera en compañía de amigos. La oferta es de cocina mediterránea con leves toques de sabor español. La carta anuncia un idílico paseo entre sabores, texturas y aromas de Francia, Italia y España, de la mano del chef de cuisine César Vega.

César realizó buena parte de sus estudios y su vida profesional en España. Estuvo casi nueve años en Aragón y en el País Vasco, donde tuvo la oportunidad de aprender desde las bases de cocina tradicional española, hasta las propuestas culinarias innovadoras al lado de Juan Mari Arzak (chef español propietario del restaurante Arzak, catalogado dentro de los mejores del mundo).

Desde el primer plato que probamos se notaron las bases del chef en la cocina española. Lo primero fue el trío de montaditos de filete,pimiento con boquerones y el clásico catalán pa amb tomàquet. El acierto estuvo en el maridaje con una refrescante sangría de cava, uno de los cocteles clásicos del lugar. El segundo tiempo estuvo compuesto por una tártara de salmón y las anécdotas del chef sobre su estancia en la Provincia de Huesca, España, donde aprendió que siempre es mejor apostar por los ingredientes locales.

A pesar de que la terraza es más atractiva en días calurosos como los que vivimos en abril, el interior del lugar es acogedor y visualmente entretenido. La cocina abierta es el marco principal del decorado al estilo europeo y las paredes recubiertas con botellas de vino nos despiertan el antojo vinífero. Sin embargo la ginebra tiene más presencia, pues la insignia del bar es la carta de gins, con opciones de coctelería muy frescas y una buena variedad de aguas tónicas premium. Los tragos de gin más recomendados son el Catalunya Premium Gin con romero y tomillo y el Florales, con pétalos y agua de rosas, muy delicado en aroma y sabor.

La plática con el chef siguió sin prisa y el sabor mediterráneo, eje conductor del restaurante, llegó con el ristotto de hongos con espárragos, mientras en la mesa contigua una pareja saboreaba el robalito a la sal, comentando que estaba en su punto. Terminamos la experiencia con un crumble de frutos rojos y un espresso, que nos permitió extender el tiempo de la sobremesa con la tarde cayendo y un viento refrescante envolviendo al momento. Al final, pensamos que será bueno regresar a la comodidad de la terraza para probar los desayunos, disponibles solo en fin de semana.