Luigi Giordano, colaborador de Mecenas Colectivo.
editorial@queremoscomer.com
No necesitas ser un famoso Sommelier para formar una afición por el vino. Nuestro deseo es que puedas entenderlo de forma fácil y divertida. El vino no tiene que por qué ser un tema complicado de taninos y redondez, tiene que ser el centro de una cálida conversación, de una cena romántica o de una gran reunión con amigos. Es sinónimo de celebración, vida y emociones que las uvas nos dejan, pero es importante saber qué es lo que identifica a un gran vino.
Empezaremos por preguntar: ¿qué buscar en una copa de vino? Desde ahí podremos comenzar a disfrutar mucho más esa botellita que nos ofrecen en un restaurante o que nos regalan en algún cumpleaños. Para comenzar a entender mejor nuestra copa de vino, tenemos que empezar por la parte básica, es decir, por los tres sentidos que usamos para cualquier alimento:
I. Vista
II. Olfato
III. Gusto
I.
Debe de observarse su transparencia, limpieza, sedimentos, color o si está turbio. Es importante que se entienda que ninguna de las características mencionadas es buena o mala, sólo es para describir cómo se ve el vino. Por ejemplo, si tiene sedimentos, podría deberse a que es un vino que tiene tiempo de barrica —lo cual es bueno— y por ello se forman.
Primero, se requiere un espacio con buena luz, inclinar la copa a unos 45 grados y encontrar una superficie blanca —la servilleta por ejemplo— para poder ver mejor el contenido de la copa. Debe notarse que no contenga muchos pedazos de corcho, ya que indicaría que el corcho estaba seco, (de hecho por eso se rompe) y probablemente a la botella le entró aire, la cual alterará su sabor.
En los restaurantes comúnmente sirven muy poquito vino para poder probar la botella, si fuese así, sin miedo pide un poco más para poder hacer su exploración visual de mejor manera.
II.
La parte olfativa es una de las más importantes, acá encontraremos a qué nos recuerda el aroma de nuestra copa. No tenemos que tener nariz de sabueso para poder encontrar "notas de frutos rojos del cerezo en dónde un oso se rascó la espalda" eso ya es demasiado, nosotros sólo nos dejaremos llevar por los aromas a los que nos recuerda ese vino.
En tintos, es común encontrar cereza, ciruela, cuero, madera. En blancos, podemos encontrar aromas como guayaba o flores. Si encuentras un aroma como a trapo o humedad, debes de tener cuidado con esa botella, porque probablemente ya esté mala y no sea la mejor idea tomarla.
Cierra los ojos, respira profundo y mete toda la nariz en la copa para dejarte llevar por los aromas que te vengan a la mente. Hazlo con amigos y platiquen juntos lo que los hace sentir.
III.
La última parte es el gusto, aquí es en dónde entramos de lleno en esa copita que nos suplica beberla. La lengua nos permite sentir sabores en sus diferentes partes: en la punta, lo dulce; más atrás, lo ácido y al final, lo amargo. Nuestra copa debe contener todos ellos, por lo que hay que sentir su dulzura, acidez y amargor. Esto es porque la combinación de todos ellos debe de ser agradable y provocarnos esa sensación de no querer compartir esa botella con nadie más.
Con estos pequeños pasos, cambiarás tu manera de beber vino, pero recuerda que la práctica hace al maestro, así que lo mejor es que lo pruebes, observes, respires, y sobre todo, que lo disfrutes.
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¡Salud!
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