Café turco: breve, pero sin prisas.

Estambul, Turquía, diciembre de 2013 —una taza pequeña, café de molido muy fino, un vaso de agua, un dulce y el aroma que envuelve al país entero, proveniente de uno de sus elementos culturales más valiosos: el café turco, recientemente nombrado como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO.

«La cultura del café turco», tal y como dice la inscripción en la UNESCO, nació en el Oriente Medio hace muchos años —450, aproximadamente— y ha permanecido en el gusto de los entusiastas del café en Turquía y otros países balcánicos a pesar de las múltiples prohibiciones que van y vienen debido a diversas creencias religiosas y sociales. El estilo viajó a Europa (Venecia) en 1615 y desde entonces fue esparciéndose por el mundo, enamorando con su aroma a cualquiera que lo prueba.

El café turco no se cultiva en Turquía, el nombre se refiere al estilo de tueste, molido y elaboración. Se prepara, generalmente, con café arábico molido muy fino —al momento, claro—, incluso más fino que el café destinado para espressos, pues debe parecer casi un polvo impalpable (a veces se machaca el café molido en morteros). Se utiliza un cezve—cafetera turca— de cobre, un poco de azúcar (según gusto) y agua fría. Todo junto se coloca al fuego lento y mientras se calienta, se revuelve ligeramente el contenido, en cuanto aparezca la espuma, se retira del calor y ésta se sirve en tazas muy pequeñas sin asas. Se regresa el líquido al fuego y en cuanto entra en ebullición, se retira y se llenan las tazas previamente servidas con la espuma.

El resultado es un café muy concentrado en aroma y sabor. Jamás se endulza después de servido y nunca se bebe con leche. Se acompaña con un poco de agua fresca y a veces con un pequeño dulce turco. Toda la ceremonia exige tiempo sin límite, pues la magia sigue aún después de dado el último sorbo, cuando se le da la vuelta a la taza para leer los posos y predecir el futuro según las formas observadas.

Es breve, como debe ser el café y de esencia pausada, por lo que su permanencia en un mundo cada vez más apresurado es algo admirable y digno de todo tipo de reconocimientos culturales.